Apples {priv.Adam}

No lo podía creer, había llegado, por fin! Ya estaba en Levianta! ¿Vería a John? No, sería mucha suerte llegar y verle, además, no sé a ciencia cierta que él siga aún aquí. ¿Por eso había venido, no? Para conseguir información, por si alguien sabía algo… por si le veía. Pocos meses habían transcurrido, cuatro para ser más precisos, pero a mí me parecía una eternidad, siglos que he pasado sin que él esté a mi lado. Acababa de llegar a Levianta y en vez de descansar como un viajero normal, ya estaba recorriendo calles y callejuelas del lugar. Quizás no era tan hermoso cómo Lucufenia pero aún y así me parecía un lugar precioso.

¿A dónde podría ir? Voces vinieron a mis oídos, parecía que había bastante gente puesto que no se escuchaban ni una ni dos, si no más voces. ¡El mercado! ¿Por qué no ir a dar un pequeño y entretenido paseo? No sonaba mal, no me importaba entrar en ese cúmulo de gente que, al igual que yo, se encontraba paseando y mirando las paradas que el mercado ofrecía. Paso, tras paso, a veces lentos, otras veces rápidos. Parecíamos una hilera de hormigas esperando a que otra tirase hacia delante para poder preceder con nuestro camino. Era entretenido pero a la vez cansado, quizás podía animar esto un poco ¿o sería mejor que el primer día no hiciese nada extravagante? Si, mejor, no llamemos la atención, cuando conozca más las calles quizás pueda hacer algo entretenido.

Era una ardua tarea entender a la gente puesto que tenían otro dialecto muy diferente al mío, había adquirido ciertos conocimientos del idioma pero aún y así, si estos me hablaban con rapidez, me costaba mucho seguirles. A pocos pasos de mi vi un puesto de fruta. Mis ojos fueron directos a la manzana roja cual rosa, cierto era que ese color no me atraía mucho pero cabía destacar que dicha fruta estaba tremendamente buena y su pinta era apetecible. No llevaba mucho dinero encima de mí así que decidí solo comprar una. La tomé y la pagué, volviendo a emprender de nuevo mis pasos, siguiendo aquella fila bidireccional.

Al dar pocos pasos, alguien me dio en el hombro por lo que me giré. Quizás había sido sin querer o quizás querían preguntarme algo. Más bien fue la primera puesto que la joven que me dio en el hombro, pasó por mi lado y se alejo. En el proceso, choco conmigo y mi manzana rodo por el suelo. Un desperdició total, mi manzana, mordida, en el suelo. La tomé nuevamente y busqué con la mirada alguna fuente donde poder lavar dicha fruta. Mi gozo en un pozo pues mis ojos no atisbaban fuente alguna. Suspiré con la manzana en la mano, saqué un pañuelo y la limpie con esmero. Definitivamente la gente que me viese limpiando una manzana con tanta ímpetu no pensaría muy bien de mi.

Para todos, era un día normal, la gente pasaba a mi lado pero todos ellos caminaban. Mientras tanto, yo daba lo mejor de mí para atrapar a alguien que me había robado la canasta de fruta que compré por la mañana. Pasos veloces, pero increíblemente no más de los de la joven ladrona de manzanas, intentaba abrirme paso entre la multitud, pero ella era demasiado ágil y por lo visto no le importaba chocar con cuanta persona encontrara. Me preguntaba ya a cuánta gente había golpeado y en camino robado. Ya estaba demasiado lejos. Bajé el ritmo, estando seguro que alcanzarla sería una pérdida de tiempo, y todo por unas manzanas que fácilmente podría comprar luego.

Entonces, una vez parado, voltee para ver los estragos de esta persecución, caminando por ellos, todos ciudadanos molestos por haber tirado cosas, pateado niños, y todo aquello. Gente necia que no entendía las cosas. O eso pensaba hasta encontrar a la pequeña excepción, una joven de apariencia inocente, mucho más aún viéndola pobre limpiando una manzana mordida. No pude evitar sentirme culpable.

—Oh rayos —murmuré mientras me acercaba a la chica—. Disculpe, ¿se encuentra bien?

Dudé un poco de lo que dije, pues no quería preguntar eso realmente, pero es que tenía la sospecha de que tanto como la ladrona o yo pudimos haber causado que a esta pobre alma se le cayera la manzana. No parecía alguien de escasos recursos, pero por la manera que parecía apreciar un alimento, podría pensar muchas cosas.

— Si eso se ha caído no debería probarlo más... —dije temiendo ser un entrometido. Aunque en el fondo fuera responsable.